Las etapas del proceso evolutivo transcurren en estructuras bipolares, con entornos de situación, (que corresponden a los umbrales) y entornos de posición (que corresponden a las matrices).
La matriz materna a través del umbral natal deviene en matriz de identidad total indiferenciada, y, esta fase, a través del umbral fundante, deviene en matriz de identidad total diferenciada.
Pero estas transformaciones de los modos de la vincularidad infantil, nunca son tan lineales, como acabamos de describir en el modelo que se esboza en la frase anterior.
Porque si bien los actos de concepción y los actos de nacimiento parecieran constituir claros ejemplos de umbrales, como verdaderos saltos cualitativos, en cada umbral se complican las diferentes tramas evolutivas de la matricialidad. Los primeros actos respiratorios y las primeras succiones del rol ingeridor, que difieren el umbral natal, también tienen una lectura desde la matriz de identidad.
Los actos perceptivos del umbral fundante pueden ser leídos, tanto de la fase indiferenciada como de la fase diferenciada. Los actos de autoafirmación y autonomía se mueven en la vincularidad familiar, así como en la vincularidad social.
Este concepto de coimplicancia tiene mucha importancia, cuando nos centramos en la visualización de los cambios de conducta en psicodrama, que son verdaderos umbrales reestructurantes, pero al mismo tiempo reactualizaciones operativas que integran diferentes modos de vincularidad, que deben coexistir armónicamente.
En otro orden de cosas, en antropología vincular, llamamos umbral de concepción, no solamente al momento puntual de la concepción genética, sino a todo el desarrollo que va desde los prolegómenos del acto amoroso fértil, hasta el acto de nacimiento del hijo. El estudio de este período, tomado como unidad y denominado umbral de concepción, nos ha sido muy útil, para la comprensión de la cultura inconsciente y sus fenómenos de trasmisión, de generación en generación.
Cada vez que el protagonista cambia su objetivo, se altera lo que dramáticamente se denomina naturaleza de opuesto y concluye una unidad para dar comienzo a otra, mientras la acción continúa.
En Psicodrama es el buceo operativo de las Escenas Nucleares Conflictivas (Ver) para intentar su reestructuración por medio del proceso de integración catártica y así obtener la reinstauración del individuo en el desarrollo natural de su libertad, espontaneidad, creatividad y transformación evolutiva.
Después de Freud, Jacobo Leví Moreno, con sus trabajos y sus escritos en torno a la vincularidad, ha sido un verdadero pionero de la psicología de lo relacional. La «Teoría de los roles», la «Sociometría» y su concepto de «Matriz» (véase) lo demuestran sin lugar a dudas. A los estudios de Carl Gustav Jung (y sus continuadores) les debemos además, la apertura de lo relacional hacia las abismales dimensiones de lo transpersonal.
Hoy, para estudiar profundamente lo vincular, es necesario e imprescindible superar ciertos dogmatismos y sumar varios esfuerzos de investigación. Siguiendo este trabajo de síntesis y mediando un largo camino de articulaciones, Carlos María Menegazzo (uno de los autores de este diccionario), viene proponiendo denominar «Antropología Vincular» a la disciplina, que reúne en un solo cuerpo integrado, estas vetas conceptuales tan esenciales. Es que debemos hacer ciertos esfuerzos, si queremos superar definitivamente la vetusta visión individualista y racionalista, que ha calado demasiado hondo en la visión occidental del hombre. Si estamos decididos en acompañar la auténtica capacidad de transformación de nuestros pacientes y, si nos elegimos comprometidamente (a nosotros mismos) en ese mismo camino de individuación relacional, debemos apelar a un verdadero salto epistemológico. Es necesario recurrir a los nuevos paradigmas de la moderna filosofía de la ciencia (una epistemología que dé justo valor, no sólo al PENSAR y al PERCIBIR del hombre, sino también a sus muy humanas funciones del INTUIR y el SENTIR. Solo de este modo, nos es posible comprender y se nos hace posible dar mejores razones, ante los profundos horizontes de lo humano. La ANTROPOLOGÍA VINCULAR (véase) ha comprendido hoy ya, que la unidad humana es el vínculo (y no los polos singulares, de quienes integran cada relación). La individualidad es una ilusión. La pareja humana es unidad bipolar; es «átomo de humanidad» (y no la suma de dos unidades individuales). Así como los orientales nunca dejaron de tener en cuenta, hoy también en occidente reconocemos que: lo femenino y lo masculino son partes esenciales de una sola totalidad. Todo grupo humano, tampoco está formado por unidades individuales; es el conjunto y la integración de cada uno de los vínculos establecidos, que palpitan dentro del mismo grupo. Cada grupo es una constelación afectiva, compuesta por muchas unidades relacionales, entretejidas las unas con las otras, como formando una red. Estas redes vinculares constituye en su conjunto, el cañamazo comunicacional que las mantiene unidas. Cada ronda humana, es algo así como uno de los múltiples nudos de alguna red. Dicho de otro modo … así como cada pareja (o diada) es un átomo, cada grupo se comporta a la manera de una molécula de humanidad, dentro del más vasto tejido social. Estas constelaciones humanas se mantienen como tales, precisamente porque están en constante intercomunicación afectiva. Comunicaciones que se extienden, desde cada ronda y de manera muy profunda, hacia muchos otros nudos de la red; gracias a los vínculos, que cada integrante relacional mantiene con otros grupos humanos. De este modo se va constituyendo esa amplia trama de comunidad relacional, de la que hablábamos más arriba. Así como las células forman tejidos, los grupos humanos constituyen comunidades y cada parte (que es a su vez un todo) siempre está contenida en una totalidad mayor. Como se ve entonces, nunca estamos (en verdad) aislados y nuestra percepción de aislamiento en la individualidad, es una mera ilusión relacional. Somos permanentemente polos de relación. Estamos siempre inmersos en los vínculos, desde el momento mismo de nuestra concepción hasta nuestra muerte (dentro de este valle de sonrisas y de lágrimas, donde impera la dimensión del espacio tiempo). Es más … lo vincular impera también más allá del «espacio tiempo», en las INFINITAS DIMENSIONES de LA REALIDAD DEL COSMOS. Lo que nos pasa generalmente es, que no nos damos cuenta; porqué solo nuestro subconsciente y nuestro inconsciente (para decirlo de manera clásica) suelen vibrar, en integración directa, con niveles tan sutiles. Los hombres (tal como aseguraba Cassirer) somos seres culturales y, así como recibimos la vida y la transmitimos, recibimos también y transmitimos nuestra cultura (de manera genética, ancestral y arquetipal). Ahora bien, tanto la vida como la cultura, nos vienen dadas, gracias a la vincularidad. Por todo esto, hoy la Antropología Vincular concibe a las relaciones humanas (los vínculos) como campos comunicacionales, en los que se despliegan las interacciones dinámicas de lo conciente y lo inconsciente. En la actualidad sabemos con bastante claridad, que lo inconsciente (así como lo conciente), en absoluto se despliegan en la denominada INTERIORIDAD de un individuo. Es más, no existe tal interioridad, así como tampoco existe la EXTERIORIDAD; lo que sí se dan son nuestras «VIVENCIAS» y nuestras «EXPERIENCIAS». Hoy los conceptos de «intra psíquico» e «ínter psíquico» deben ser revisados y … superados. Son mucho más apropiados hoy (a la luz de la nueva epistemología) los términos de «LO ÍNTIMO» (comprendido como lo personal) y «LO COMPARTIDO» (en el sentido de lo interpersonal). Aquello, que en Occidente todavía denominamos «inconsciente», se crea y se da … en los vínculos. Únicamente allí (en plena matriz relacional) es donde vamos a descubrir sus fenómenos, que son además … siempre … FENÓMENOS DE COMUNICACIÓN. Es importante saber que la articulación entre nuestro consciente y nuestro inconsciente (que es aquello que define la autenticidad de LA RELACIÓN CON NOSOTROS MISMOS) es la base rectora, para una adecuada COMUNICACIÓN con la NATURALEZA y … con el MUNDO; así como la garantía de una auténtica apertura hacia EL ENCUENTRO, con los demás.
Volviendo nuevamente ahora a la «Teoría De Los Roles» y a la «Sociometría» (disciplinas que integran la Antropología Vincular) se denomina «vínculo» a la interrelación entre dos o más individuos, que en su conjunto estructuran un «átomo social» (Ver Átomo social). En este mismo sentido Moysés Aguiar (desde el ámbito teórico del psicodrama brasilero) nos propone considerar al vínculo en tres categorías diferentes: el vínculo actual, el residual y el virtual. Estas tres categorías pueden ser encontradas (prácticamente) en todos los átomos, y sólo deberían ser consideradas transferenciales, cuando fueran desconocidas. Uno de los objetivos de la investigación psicodramática es precisamente … revelarlos.
Vínculo Actual: así se denomina (siguiendo a este autor) a la interrelación entre los individuos concretos, que participan de una situación dada, aunque algunos se encuentren eventualmente ausentes.
Vínculo Residual: Sería la relación establecida con individuos, que se retiraron (por muerte física o, por alejamiento vincular definitivo) de esa red concreta de relaciones, pero continúan (sin embargo) analógicamente presentes en la relación fantasmática, gracias al imaginario de los participantes (aquellos que continúan presentes).
Vínculo Virtual: Es la relación vivencial establecida con ciertos prototipos, figuras arquetipales, personajes ficticios o, simplemente distantes (por ejemplo: el «príncipe encantado», el padrino, el consejero, el caudillo, etc, etc, etc).