La mímesis comienza siendo en espejo, imitación de lo actuado por el rol complementario, primer momento en el proceso de asunción de nuevos roles.
Sustentada en esta primer repetición surge la creatividad gesticulatoria que logra en un segundo paso modificar la impronta del modelo otorgándole características propias.
La función mimética es la que efectúa el tránsito de la señal al signo fundando un lenguaje gestual. Esto permite transformar el modo corpóreo del decir, e introduce en él una sintaxis imaginaria.
Según esta visión ingenua el castigo eterno es la culminación del desarrollo mítico.
A posteriori, se fueron agregando a las leyendas vetas más elaboradas. Fausto aparece en ellas profundamente preocupado por el saber. En estas líneas más sutiles, el mito nos muestra un héroe capaz de todo sacrificio.
Este Fausto hondamente motivado en su búsqueda científica, está dispuesto a poner en juego su propia salvación eterna, con tal de poder continuar su investigación.
Hay un transfundo generoso en su afán, una necesidad de hacer el bien a sus semejantes. El tortuoso camino demoníaco del pacto tiene en este fin generoso su contrapeso.
Con su pacto Fausto procura obtener un momento de paz, un remanso en medio de la torturada existencia que le ofrece su constante vigilia de lucidez, ese enorme esfuerzo intelectual que es su vida.
Vista desde esta óptica, la de Fausto, es entonces la búsqueda desesperada de un momento vivencial que valga al menos la pena de ser vivido.
El pacto diabólico es un viejo mitema y como tal es posible rastrearlo en los residuos de las diferentes culturas arcaicas y en algunas leyendas de las culturas primitivas actuales.
Generalmente se halla emparentado con ciertos ritos dramáticos.
En Occidente es un mito relacionado con las búsquedas alquimistas.
El pacto diabólico tiene su primer expresión y antecedente en la literatura occidental, en una joya española del siglo XIV, el Conde Lucanor.
En la primer mitad del siglo XVI parecieran haber existido dos Faustos, hay indicios de un Johan y de un Georgus. Demonólogos y charlatanes ambos, uno de ellos, según algunos indicios, llegó a ser profesor en la universidad de Heidelberg. Su leyenda tomó alas en la tradición oral a partir de los comentarios de varios seguidores de Lutero.
En 1587 Johan Spies da forma elemental al relato de Fausto en su «Libro de Fausto».
En 1592 el dramaturgo británico Christopher Marlowe se siente atraído por esta misma temática.
Por último, el mito se arraiga definitivamente durante el siglo XVII.
En 1774 el poeta Gotthold Lessing modifica el desenlace con la salvación de Fausto.
Johan Wolfang Goethe (17801831) trabajó durante más de cuarenta años en su gigantesca obra, en la que el mito de Fausto alcanza su máximo esplendor.
Esta creación de Goethe ilumina el mito con la luz propia del romanticismo que se hallaba en pleno apogeo. La idea de libertad, la valoración del amor en su concepción trascendente, la exaltación de la belleza femenina y el arrojo, máxima pauta existencial capaz de dar sentido a la vida, caracterizan el poema. Pero, lo que se destaca a lo largo de su desarrollo es la grandiosa profundidad que otorga Goethe a las pasiones humanas con su descripción de los más elevados sentimientos del hombre así como de la posibilidad de sus enormes caídas.
Esta obra cumbre del arte poético de Occidente con su mito, influyó profundamente en Freud, Jung y Moreno.
Paul Valery y Thomas Mann en Europa y Estanislao del Campo y Ricardo Güiraldes en nuestro medio, se sintieron atraídos por el tema.
El momento es para las filosofías de la vida, el instante de «ser y estar»; del vivir y del crear.
El pensar moreniano distingue tres factores:
1) El locus nascendi. (Ver).
2) El status nascendi.
3) La matriz
Representan tres visiones del mismo proceso. No hay «cosa» sin «locus»; no hay «locus» sin un «status nascendi»; no hay «status nascendi» sin su «matriz». (Ver matriz).
Define una forma de trabajo secuencial que, al partir de una estructura denominada escena temida (Ver), surgida en un grupo de investigación dramática específica; pasa por la escena consonante (Ver), luego por las escenas resonantes (Ver) desembocando finalmente en la escena resultante (Ver). Con este modo de proceder, se logra la modificación tanto en el protagonista como en los demás integrantes de la escena de la cual se partió.
Está descrito por Moreno en Psicoterapia de grupo y Psicodrama (Ed. México FCE, 1966).