Se efectúa mediante el diálogo, que se desarrolla entre el director, el protagonista y/o los yoauxiliares. Se utiliza con mucha frecuencia en la etapa de caldeamiento para la diagnosis o comprensión terapéutica y para contextuar la acción dramática y preparar las escenas.
En psicodrama es también sumamente útil cuando se trabaja dentro de la escena nuclear conflictiva (Ver) para preparar la reestructuración en la vincularidad de los personajes, que actúan en el argumento, y para la comprensión intelectual, emocional y axiológica del protagonista.
Para poder ser considerada como tal, una representación debe poseer un determinado poder de evocación de lo emotivo.
El término «drama» quiere decir: suceso, acontecer, acción. Esto indica que una representación dramática apunta a mostrar algo más que una imagen, es esencialmente una escena.
Se puede decir, que la representación dramática es la presentación de un suceso que posea intrínsecamente la facultad de interesar y conmover, o sea, de movilizar afectos por su impacto, mediante el desarrollo de una o variadas acciones.
En toda representación dramática las acciones que evocan sensaciones y afectos diverso orden, se desarrollan en un cierto espacio y en un cierto tiempo, que constituyen el tiempo y el espacio dramáticos. Por esto la representación dramática es un quehacer o arte témporoespacial, mientras que la representación plástica y fotográfica, por ejemplo, son artes solamente espaciales.
Si se concibe a todo quehacer o arte fundamental como un método, la representación dramática, en virtud de lo señalado, es un camino que permite, además de presentar, el investigar y operar con el tiempo y el espacio propios del hombre, así como con sus afectos.
La representación dramática como todo método, dispone de instrumentos que le son propios.
Uno de esos instrumentos es el hombre mismo, que se compromete en las acciones de la representación dramática con toda su corporeidad, sus afectos, sus valores, su pensamiento y su posibilidad de decisión.
La representación dramática, por lo tanto, es un medio de investigación en todos esos campos que suma a la posibilidad de elucidación, la facultad de producir en el hombre determinadas modificaciones.
Los instrumentos esenciales de una representación dramática son: el mensaje, que es contenido y se desprende de la acción dramática; el o los actores que ejecutan esa acción, y el auditorio, que recibe activamente ese mensaje como una verdadera caja de resonancia afectiva. Todos estos elementos y las leyes que las rigen son estudiadas específicamente por la ciencia dramática, disciplina que se denomina: La Dramática (Ver dramática).
En nuestro siglo, la representación dramática ha sido introducida en el campo de las ciencias sociales, por la que debe ser investigada también a partir de estas ciencias y sus campos operativos. Deberá ser estudiada además desde el campo de la comunicación, la teoría de los juegos, las teorías de la comprensión, la teoría de los roles, etc.
Es mucho todavía lo que queda por ahondar.
Desde el campo de la comunicación puede decirse que para que un acto dramático se constituya en el fenómeno que llamamos representación dramática, todos sus participantes deben ser de alguna manera coejecutantes del mismo, tanto actores como espectadores.
El auditorio, debe ejecutar un rol activo, cumpliendo el papel de una verdadera caja de resonancia del hecho, sin este requisito, no puede lograrse la categoría de representación dramática que la convierte en un auténtico fenómeno de comunicación.
En el acto comunicativo, el rol del actor, tiende siempre a promover el contrarol del auditorio. Este principio es tan esencial que cuando el actor no lo consigue, no hay drama.
La danza, que también es un arte témporoespacial, puede ser pensada como un fenómeno en soledad.
Un acto de danza puede darse como un hecho estrictamente autónomo o como un fenómeno de comunicación del hombre consigo mismo. Si rastreamos los rituales primitivos la encontramos en los actos en los que el bailarín busca la comunicación consigo mismo a partir de un estado de ánimo especialísimo, de un estado emocional intenso en una búsqueda individual de armonía, unidad y equilibrio.
En las danzas de determinados rituales es posible observar como el bailarín autónomo busca un trance metafísico, mediante el que persigue generalmente una vivencia de integración personal con la energía cósmica.
Es posible encontrar estos fenómenos autónomos en la danza de los rituales sagrados, con los que el hombre trata de hallar experiencias de trascendencia mística. Así como a veces es posible hallarlos también en las prácticas modernas de danza. Estos ejemplos evidencian la posibilidad de la danza como acto autónomo. En cambio, un acto dramático solitario, es inconcebible.
Toda representación dramática se constituye fundamentalmente en un acto que busca esencialmente la comunicación con el otro.
El hecho dramático es esencialmente heterónomo y necesariamente exige un contexto humano de interacciones, lo que implica siempre la puesta en juego de valores de solidaridad y cooperación en esos vínculos.
La representación dramática es una búsqueda del hombre, como la danza, pero fundamentalmente se diferencia de esta por ser un método que tiende a promover siempre la comprensión humana compartida en un vínculo con otros.
La representación dramática fue un quehacer o arte que surgió como un método, para la comprensión del cambio de lo desconocido a lo conocido, en la razón mítica en los ritos primitivos.
Por ese motivo, su efecto tenderá naturalmente a la catarsis de integración, tanto en su vertiente activa o ética como en su vertiente pasiva o estética.
La corriente psicodramática moreniana considera que con la representación dramática y su inherente fenómeno de comunicación, se posibilita al protagonista y al grupo que participa con él el salto doble, desde el pathos y su opacidad, a la iluminación del logos. Ese salto se da dialécticamente por la mediación o síntesis de la simbolización, que surge a la conciencia mediante el acto dramatizado mismo. Este acto de comprensión, puede ser entendido como una verdadera evidencia que se da en el contexto de relación, interacción y comunicación dramática, donde tiene su locus nascendi.
Para la corriente moreniana es el contexto dramático, al ofrecer las posibilidades de las confrontaciones antagónicas y deuteragónicas, el que facilita el fenómeno de éstas comprensiones y logra que se haga actual en la conciencia humana aquello que le había sido desconocido hasta ese momento por negación o por represión. (Ver Catarsis de integración).
Siempre desde la óptica de la investigación de Moreno respecto a la representación dramática y su modo de operar en Psicodrama, es importante insistir en que aún cuando el director promueve al protagonista a una comprensión mediante una interpretación y la logra, aún en la etapa de comentarios, está efectuando un acto dramático en sentido estricto. Esto es, jugando un rol desde una situación antagónica o desde una posición deuteragónica siempre inmerso en la contienda dramática y nunca fuera de ella.
Tanto el terapeuta como el grupo, en función de caja de resonancia, son en el momento de la catarsis de integración para el protagonista, así como para aquellos que resuenan con él en cadena, verdaderos ejecutantes del acto dramático. Todos son agentes en plena interacción, aún los que manifiestan corporalmente su extranjería con su aparente indiferencia, ya que con esa misma actitud antisolidaria están representando un rol que tiene algo que ver con el hecho dramático mismo y es una manifestación del mismo fenómeno.
Hay que recordar que fue sólo a partir de la instrumentación ideológica de la representación dramática cuando se cercenó la posibilidad activa y ética de la catarsis para enfatizar su vertiente estética pasiva, con fines de control para coartar los procesos de transformación.
Sólo a partir de tal instrumentación, la representación dramática comenzó a ser un espectáculo y dejó de ser el fenómeno promotor de actos originales y de transformaciones tal como había sido en sus orígenes.
Sólo a partir de allí, los ejecutantes del acto dramático se dividieron definitivamente en actores y espectadores.
Moreno, quien devuelve al acto dramático su verdadero sentido de representación original, denomina, aún al observador, observador participante.
Todo lo que ocurre en el espacio y en tiempo propio de la representación dramática es integrante activo del fenómeno dramático y esto incluye también todas las etapas de una sesión de esta naturaleza, todo su proceso y todos sus instrumentos.
En cambio, en el teatro, entendido sólo como espectáculo, los ejecutantes del acto dramático son solamente los actores.
En Psicodrama, donde verdaderamente se vuelve a la situación esencial de la representación dramática, todo y todos son ejecutantes y todas las interacciones componen y desarrollan la acción dramática y su proceso.
El fenómeno dramático en Psicodrama es un verdadero proceso que se desarrolla en continuación y se ofrece como un devenir de actos dramáticos articulados entre sí que se suceden y desarrollan en el escenario, en búsqueda de una resolución.
Al principio se definió a la representación dramática como la acción de presentar sucesos que tuvieran la facultad de conmover, esto es, de movilizar afectos.
Se precisó que éste quehacer es un camino hacia la comprensión del cambio de lo desconocido en conocido, mediante sus posibilidades de confrontaciones antagónicas y deuteragónicas que permiten hacer actual a la conciencia aquello que hasta ese momento era inactual. Comprensión mediante la cual se posibilita el salto desde la opacidad del pathos a la luminosidad del logos en el sentido de una verdadera evidencia.
Se vio también que toda representación dramática es esencialmente un fenómeno de comunicación y de participación por lo que debe ser ahondada desde todos estos campos para su mejor estudio.
La representación mítica nació en el seno de las sociedades unitivas.
A partir de su surgimiento será uno de los mitos resolutivos de las emociones y las inquietudes humanas. La representación dramática mediante su atemporal momentaneidad, sus leyes del como sí, propias de la hipocresis y los juegos de su dramática, ofrecerá a la comunidad el control homeostático del pathos y el dominio de lo imaginario.
Este rito de la razón mítica es representación, precisamente porque permite repetir en el marco referencial del presente el acto ritual controlador, cada vez que sea necesario para el grupo.
Lo que se trae reiteradamente a un presente atemporal mediante el rito, es el drama originario mágico ubicado míticamente en el illo tempore.
Esta posibilidad de repetición ritual permite su instrumentación para el beneficio de la comunidad.
Representar es por lo tanto, ofrecer intencionalmente, en el momento elegido, la posibilidad simbólica mediadora que sintetice las experiencias originales del clan para organizar resolutivamente el pathos movilizado en la comunidad.
Todo acontecer heroico original perteneciente a la Protohistoria legendaria de una comunidad, puede ser ofrecido nuevamente de este modo, como un fenómeno dramático, a la percepción de aquellos que se reúnen para presenciarlo.
Los participantes pueden recibir el rito sólo cuando están predispuestos y presituados intencionalmente en el misterio compartido de lo que se les va a revelar míticamente.
En el trabajo Magia, Mito y Psicodrama de Carlos Menegazzo se puede hallar el estudio de la evolución de la representación dramática a través de los diferentes marcos referenciales por los que atraviesan; la razón mágica, la razón míticareligiosa y su desarrollo posterior en la razón lógica y las ideológicas.
En los siglos XVI y XVII al surgir el teatro moderno los distintos papeles de los personajes dramáticos fueron registrados en «roles» (fascículos de papel) a partir de los cuales cada parte de la obra teatral se convirtió en un «rol».
El origen del término debe por lo tanto rastrearse en el teatro del que ha tomado sus perspectivas y no en la psiquiatría o la sociología.
La teoría psicodramática de los roles lleva este concepto a todas las situaciones de la vida, ya que su proceso de desarrollo comienza con el nacimiento y continúa a lo largo de la existencia del individuo y su participación en la sociedad.
Moreno sostiene que el desempeño de roles es anterior al surgimiento del «Yo» (self) y a la adquisición del lenguaje, el «Yo» surge de los roles, se constituye como una estructuración tardía.
Antes e inmediatamente después del nacimiento el niño vive en un universo no diferenciado, llamado «matriz de identidad» (Ver: Matriz de identidad).
Esta matriz es un locus existencial, el lugar donde emergen a través de fases graduales los roles. Los roles que son precursores del yo, tienden a agruparse y unificarse formando racimos o haces.
Los primeros en aparecer son los roles psicosomáticos (Ver Roles psicosomáticos) rol: contactador, mingidor, respirador, ingeridor, defecador, perceptor y kinésico, en cuyo desempeño el niño aprende a experimentar su cuerpo. Entre todos ellos se desarrollan vínculos operacionales que los asocian e integran a una unidad que podemos considerar como una especie de «yo fisiológico», es decir un «yo» parcial, o racimo de Roles Psicosomáticos.
Luego en el curso del desarrollo individual van emergiendo los roles fundantes que a su vez se agrupan y forman lo que podemos llamar un, «yo psicodramático». Estos roles ayudarán al niño a experimentar su psiquis.
Los roles sociales constituyen a su vez un «yo social». Todos estos «yo parciales» no son aún el «yo total integrado» que todavía no ha nacido. Tendrán que desarrollarse vínculos operacionales y de contacto entre estos tres racimos de roles para que puedan unificarse y así experimentarse lo que denominamos nuestro «Yo» (ego).
Los aspectos tangibles del «Yo» aparecen entonces en los roles como una función de los denominadores colectivos y de sus diferenciaciones individuales.
Si pasamos de la mirada evolutiva tal como vinimos haciendo, a la visión psicodramática de una conducta determinada: «Rol es la forma de funcionamiento que asume un individuo en el momento preciso en que reacciona ante una situación específica en la que están involucradas personas y objetos que actúan como contra roles». Ahora bien, cada vez que se observa una conducta social de un individuo, lo que se está haciendo es recortar con la mirada, un solo polo de la interacción que está en juego, y esto es siempre una reducción, por lo que es importante saber que la estamos recortando, para su estudio.
Este rol social, visualizado en un individuo es además la manifestación de un conjunto de otros roles subyacentes (roles psicosomáticos fundantes, familiares) integrados en el rol social y subsumidos a este, ya que lo sostienen.
Todos estos roles (incluso los psicosomáticos) son considerados por Moreno como «unidades culturales de conducta» o dicho de otra manera, roles que hemos aprendido a jugar a lo largo de cada proceso evolutivo ontogenético, cuando estamos inmersos en momentos originarios de vincularidad.
Cuando se trabaja a partir de esta mirada en el escenario psicodramático, la percepción de un rol promueve los actos cognoscitivos que permiten operar y reestructurar respuestas. La representación de un rol ofrece estas posibilidades.
El desempeño de un rol es función tanto perceptiva como representativa, mientras el aprendizaje de roles es un paso más, ya que a partir de tales representaciones y desempeños, permite reensayar operativamente y entrenarse para actuar adecuadamente en situaciones futuras.
En estas tareas operativas de gabinete, Moreno diferencia tres instancias: 1) receptor de roles, el que asume un rol acabado, plenamente establecido, que no permite variación ni libertad.
2) intérprete de roles, situación en la que el individuo disfruta de una cierta libertad.
3) creador de roles: el individuo goza de un alto grado de libertad, como ocurre en las representaciones espontáneas.
Una clasificación de los roles, sin pretender con esta taxonomía agotar el tema, los agrupa:
I) teniendo en cuenta el desarrollo evolutivo en: roles psicosomáticos (Ver)
roles fundantes (Ver)
roles originarios (Ver)
roles familiares (Ver)
roles sociales (Ver)
II) teniendo en cuenta las características de su potencialidad, su efectividad y sus modos de actualización en:
roles ausentes (Ver)
roles latentes o potenciales (Ver)
roles emergentes (Ver)
roles adecuadamente logrados (Ver)
roles rudimentariamente desarrollados (Ver)
roles malogrados (Ver)
roles temidos (Ver)
roles resistidos (Ver)
roles imposibilitados (Ver)
III) teniendo en cuenta la intersubjetividad y la interobjetividad de sus experiencias en:
roles psicodramáticos (Ver)
roles sociodramáticos (Ver)
IV) teniendo en cuenta el movimiento vincular que lo sustenta prevalentemente (Ver movimientos vinculares)
A) roles autónomos
B) roles heterónomos
1) promotores
2) heterónomos solidarios
V) y teniendo en cuenta estas autonomías o sus promociones o su capacidad solidaria en: (Ver Antagonismo y Deuterogonismo)
contraroles o complementarios intuidos (Ver)
contraroles o complementarios percibidos (Ver)
contraroles o complementarios (Ver)
contraroles o complementarios promovidos (Ver)
contraroles o complementarios adjudicados (Ver)
contraroles o complementarios exigidos (Ver).
Cuando se manifiestan, por primera vez, promueven vivencias gratificantes de autoafirmación. Esto mismo parece observarse, tanto en el protagonista como en los complementarios de su vincularidad, mediante los signos característicos de lo que en fisiología se denomina «eustress», cuyo síntoma principal es «la alegría» (manifestación de la libertad).